¿Puede el juego ser un catalizador de nuevas experiencias urbanas y ayudar a fortalecer el tejido social? ¿Es posible acelerar el proceso de apropiación del espacio público si involucramos a las niñas y niños[1][1] A lo largo del texto, 'niños' incluirá a niños, niñas y niñez. en su diseño?
¿Cómo serían los espacios de juego ideales de niñas y niños de la Ciudad de México, y qué pasaría si expandiéramos las posibilidades y tipologías de los “territorios lúdicos” al integrar a artistas, diseñadores y arquitectos al diseño de espacios de juego?
En la Ciudad de México habitan 2 millones 363 mil 748 niñas y niños entre 0 y 18 años[2][2] REDIM, (2015), La infancia cuenta en México. México: Recuperado el 09 de Abril de 2018, de: http://derechosinfancia.org.mx/documentos/ICM2015.pdf. La situación económica en la que nacen, las dinámicas familiares que viven y el entorno en el que se desenvuelven determinan las posibilidades sociales, laborales, físicas y emocionales a las que cada uno podrá aspirar en su adultez. La ubicación de su vivienda, escuela o el trabajo de sus padres determina la calidad de sus interacciones con espacios naturales, así como el acceso a espacios y dinámicas de juego.
El entorno urbano se convierte en un factor diferenciador para el desarrollo integral de las niñas y niños, especialmente aquellos espacios donde pueden jugar. Por ello, el juego debe ser parte del día a día de las personas desde una edad temprana. Mediante el juego, las niñas y niños desarrollan habilidades sociales, emocionales, físicas y cognitivas, aprenden a colaborar, a solucionar problemas de diferentes maneras, a autorregularse, a reflexionar, a comunicar y a tener empatía con pensamientos diferentes. Durante el juego, la creatividad y la resiliencia aumentan exponencialmente.
Los gobiernos post revolucionarios (1930-1940) entendían a la población infantil como un segmento importante de la población, personas que aún podían moldear, ciudadanos protectores de la patria, que además se movieran al ritmo de la modernidad. A pesar de que la infancia se iba haciendo un lugar en la esfera política y pública, fue hasta la década de los 50 que los preceptos modernistas de Le Corbusier comienzan a ver ecos en Mario Pani, Teodoro González de León y muchos otros arquitectos, en el diseño y planeación de las nuevas unidades habitacionales y espacios para el disfrute comunal. En este marco moderno, el diseño del mobiliario urbano infantil se convierte en una manera de experimentar las inquietudes plásticas y escultóricas de arquitectos, urbanistas, artistas y primeros diseñadores industriales, transformando a las áreas de juego en una nueva tipología de espacio público –hitos y destinos de la Ciudad de México–, tendencia que se vio replicada en todo el país hasta llegar al anonimato experimental-constructivo.
Para finales del siglo XX, la reducción de presupuestos para parques y jardines, la creciente atmósfera de violencia y la sobreprotección infantil, comienza a replegar a niñas y niños al interior, dejando de lado y casi desapareciendo de los planes de desarrollo la importancia de la interacción lúdica, la participación infantil y el diseño de espacios para el disfrute de todos desde una perspectiva de juego experimental[3][3] Arte y diseño del mobiliario urbano infantil: México siglo XX. Aldo Solano Rojas..
Mientras no exista una política integral que permita el derecho de la población a la ciudad, la niñez será tomada en cuenta sólo a través de la colocación de módulos de juego en diferentes espacios (bajo puentes, líneas de alta tensión, remanentes urbanos entre avenidas de alta velocidad y contaminación) sin realmente generar espacios de calidad que tomen en cuenta al usuario principal: las niñas y niños de la Ciudad de México.
Para entender mejor la situación de los espacios de juego y su relación con las niñas y niños de la Ciudad de México se desarrolló una herramienta de análisis urbano-espacial para visualizar las cuadras que albergan poblaciones mayores a 100 y 200 niños respectivamente, cruzando estos datos con la ubicación de áreas abiertas y/o verdes. Este mapeo y herramienta de análisis geoespacial fueron generados por el departamento de geografía urbana del LabCDMX y ayuda a exponer la falta de equidad en la provisión de espacios públicos en la CDMX, la cual no responde a una estrategia urbana integral que tome en cuenta la perspectiva de las niñas y niños ni su derecho al juego y a la ciudad.
En una ciudad de contrastes como la CDMX, la falta de equidad en la distribución de espacio público se recrudece cuando existe subutilización espacial. Esta problemática no es propia de ciertas delegaciones en particular: afecta directamente a la población infantil urbana mundial al monopolizar las relaciones e interacciones que se generan, propagando barreras invisibles que dificultan el acceso a los espacios públicos.
En este marco se observa una oportunidad para visibilizar la importante cantidad de niños que existe en la ciudad y hacer un análisis detallado, tanto global como microterritorial, para entender mejor la necesidad de política focalizada, generando estrategias y proyectos a corto, mediano y largo plazo. Además, apunta hacia mecanismos capaces de integrar a la niñez en el diseño de política pública, y enfatizar el potencial del juego como herramienta urbana de impacto transversal para la cohesión comunitaria y la revitalización social.
La convocatoria Juguetes Urbanos planteó la intervención de tres espacios subutilizados como un experimento social que reclama y cataliza el regreso de los niños y niñas al espacio público a través de instalaciones temporales inspiradas en sus ideas de juego. Buscó potenciar la reapropiación comunitaria del espacio público, lo que representa una ciudad inclusiva, segura, amigable e imaginativa en donde los ciudadanos acogen posibilidades para mejorar su entorno urbano.
Un “juguete urbano” es cualquier artefacto u objeto que mediante su presencia física en un espacio público detona interacciones lúdicas entre objeto-persona y persona-persona. Su estructura desafía al mobiliario urbano infantil convencional producido en serie (columpios, resbaladillas o módulos de plástico), y responde tanto a la condición física del espacio público como a las necesidades lúdicas de las niñas y niños, explorando otras formas y dinámicas, provocando la imaginación.
Este experimento tomó la forma de un concurso público de diseño, un llamado a la acción, para que urbanistas, arquitectos, diseñadores y toda la ciudadanía generen propuestas de juguetes urbanos que respondan a las necesidades lúdicas particulares de tres espacios subutilizados dentro del Centro Histórico.
La convocatoria expuso la importancia de la participación infantil en el diseño y desarrollo de las ciudades. Las guías de diseño para los juguetes urbanos se desarrollaron previamente en colaboración con las niñas y niños —que viven o pasan gran parte de su día cerca de los espacios seleccionados— mediante una serie de talleres en sitio llamados “Imaginando espacios de juego”, donde los participantes observan críticamente, evalúan e identifican diversas áreas de mejora.
A partir de la herramienta de mapeo de espacios abiertos o verdes de la Ciudad de México —desarrollada por el área de geografía urbana del Laboratorio para la Ciudad— se ubicaron todos los espacios públicos del Centro Histórico que se localizan en cercanía de altas densidades de población infantil. De éstos, a través de un análisis de sitio, se identificaron a aquellos que presentan situaciones sociales y/o físicas, que alejan o limitan el uso del mismo para el juego y el esparcimiento, siendo la inseguridad y delincuencia, la falta de mantenimiento, las personas en situación de calle y los vendedores ambulantes, las situaciones o actividades más recurrentes de la subutilización espacial.
Plaza Loreto, Plaza Santa Catarina y Parque de la Equidad fueron seleccionados como espacios prototipo para albergar los primeros juguetes urbanos de la Ciudad de México, ya que cumplían con los tres parámetros definidos a través del análisis socioespacial:
Después de que se recibieron las propuestas de juguetes urbanos y se seleccionó a un ganador por espacio, la fase de implementación y evaluación de impacto duró tres meses, tiempo durante el cual cada espacio desplegó —en el marco de la presencia del juguete urbano— una agenda cultural conformada por actividades lideradas por actores de la comunidad.
La inserción de los juguetes urbanos buscó explorar posibilidades para compartir espacios públicos, lugares que no segregan sectores poblacionales, sino que son incluyentes y fomentan el ejercicio del derecho a la ciudad por parte de todos los ciudadanos.
Si se implementa una estrategia de intervención urbana temporal para espacios en situación de subutilización, a través de una convocatoria pública, cuyas líneas de diseño están basadas en las ideas de juego de niñas y niños —que viven alrededor o pasan gran parte de su día en cercanía de estos espacios—, en las problemáticas identificadas por la comunidad, y consideran el impulso de dinámicas lúdicas e interacciones entre generaciones; y además durante los tres meses de prueba, se involucra a actores comunitarios en la generación de actividades y se evalúa el impacto en la comunidad a través de una análisis de vida pública, se podrá:
Aros:
Polerama:
Parque de los monstruos: