Featured Post

Políticas, simulacro, apariencias, texto subido por Alberto Sladogna, psicoanalista, @sladogna

                    
Este artículo estudia los interrogantes de la obra de Jean Baudrillard en un tema: la sociedad del simulacro, el simulacro de la sociedad. El lector recordará que el día de ayer -1/12/2013- vivimos un día apacible –en apariencia-  no fuimos per…turbados por los simulacros de los medios masivos, sea la TV, sea la Radio, sean los Periódicos impresos e incluso los digitales.  No fue necesario soportar las cargas de las declaraciones  espectaculares de los partidos políticos o de  sus dirigentes.


Jacques Lacan dedico un seminario a trazar un componente del simulacro, De un discurso que no sería de las apariencias, seminario oral de 1971.Se interrogó sobre el lugar de las apariencias: Si hay algo que sea un discurso sostenible,…, el de la ciencia, no es quizá inútil recordarse que partió especialmente de la consideración de la apariencia. ¿Qué es el comienzo del pensamiento científico?... La observación de los astros, que es… la apariencia bíblica. Los primeros pasos de la física moderna ¿alrededor de qué eso gira al comienzo?... Es de los meteoros… Y cuando hablo de un meteoro es algo que se define, se califica como tal, como una apariencia. Uno de los pasos decisivos, gira alrededor de la teoría del arco iris. Nadie creyó jamás que el arco iris… era una cosa, que estaba allí, curvada. Se lo interroga como meteoro… el trueno es la figura misma de la apariencia. Es en eso que no hay apariencia de discurso, todo lo que es discurso sólo puede darse como apariencia ..

El simulacro se lleva bien con la apariencia. En política se desata el amor a partir del simulacro y las pariencias. Esta apariencia es una palabra, un término, un significante es idéntico a sí misma: es la apariencia  natural. El amor siempre surge y se nutre de las apariencias en cada una de sus formas y manifestaciones. La naturaleza está llena de apariencia, está plena de simulacros.

La apariencia, el simulacro tiene un documento de identidad, es natural. Si, se presentan como natural, como aquello que vale por sí mismo, que va de suyo. Esa natural apariencia o su simulacro no es interrogada hasta que de pronto surge aquello de que “No todo lo que brilla es oro”. Y queda una duda más ¿Sin el brillo se encontraría el oro?

En el ligue amoroso ¿Es posible sin apariencias, sin simulacro? ¿Será posible un amor sin apariencias? ¿Cómo son las apariencias de cada amor? Veamos el encuentro amoroso entre dos cuerpos desata la felicidad, la comedia y la tragedia de la locura del amor, incluido el amor político y los amores que la política desata ¿Qué ocurre si a los cuerpos del amor se le quita una de sus apariencias?  Los cuerpos son el resultado aleatorio de una combinación de un 30% de proteínas más un 70% de agua, si se presenta solo así ¿Cuáles serías los resultados para el encuentro amoroso? Y si se presenta con sus atractivas y vitales apariencias ¿Dejaría de ser una masa de proteínas más agua?.
Sigamos un texto de Gonçal Mayos S, titulado: Baudrillard y la sociedad simulacro
Texto Gonçal Mayos Solsona Profesor de Filosofía. Universitat de Barcelona

El filósofo francés Jean Baudrillard sostuvo que el destino y la condición de las sociedades avanzadas actuales es que cualquier hecho tiende a degradarse como tal y a pasar a ser espectáculo u objeto de consumo, al margen de que sea verídico o falso. Informaciones e interpretaciones, emitidas y recibidas en alud, se igualan en calidad de meros simulacros de la realidad.

La sociedad avanzada actual se caracteriza por una doble concentración humana: la concentración física en grandes urbes o enormes zonas metropolitanas y, paralelamente, la conexión telemática en grandes redes comunicativas que potencialmente enlazan todo el planeta en una sola “globalización”. Esta doble intensísima interacción humana en las ciudades modernas y en la “telépolis” o “cosmópolis” global que es Internet es la clave para la condición humana contemporánea y provoca fenómenos significativos.

Por un lado, ahora se constata como nunca el ideal humanista que el antiguo romano Terencio formuló: “Humano soy, y nada de lo humano me es ajeno”, aunque solo sea porque nada de lo humano (o que afecte a otros humanos) nos es verdaderamente ajeno, es decir, no nos afecta o nos deja indiferentes. Desde las nuevas pandemias que vivimos hasta la actual crisis económica global, se constata el riesgo (como destaca el sociólogo Ulrich Beck) de que cualquier cosa –por lejana que parezca– nos afecte y, además, con una gran velocidad y consecuencias imprevisibles. Guste o no, somos más que nunca “una humanidad”, sin compartimientos estancos; somos una “aldea global” (McLuhan) tanto telemática como físicamente.

Sin embargo, por otro lado, la enorme concentración humana en pululantes metrópolis y en una única red no siempre ha facilitado la comprensión intrahumana ni, aún menos, la intelección de lo que podemos denominar la “realidad” ni la vinculación empática con una “verdad” que se desprenda de ella. Paradójicamente, la globalización telemática, económica, tecnológica o turística parece alejarnos violentamente del “mundo”, la “realidad” o la “verdad de las cosas”, más que aproximarnos suavemente a ella. Esta es quizás la gran paradoja de la sociedad avanzada centrada en las tecnologías de la comunicación, de la “sociedad del conocimiento”, de la “condición posmoderna”...
                                                     Jean Baudrillard, Caricatura de Guillem Cifré
       Eso es, en otros términos, lo que fascinaba al filósofo y sociólogo francés Jean Baudrillard –precisamente, ahora se celebran los ochenta años de su nacimiento. Mucho más radical y consecuentemente que la mayor parte de sus coetáneos, Baudrillard destacó la interferencia constante de cualquier traza de “verdad” como la característica clave de las sociedades avanzadas. La acelerada circulación de informaciones y el choque constante de las infinitas interpretaciones (también las manipulaciones conscientes) tienden a igualarlas en forma de “simulacros”. Se desvanece la distinción entre verídico y falso; como en la caverna platónica: solo hay imágenes entre imágenes, opiniones frente a otras opiniones, informaciones diversas, pero no “La Verdad”.
       Es más, Baudrillard insiste en que en las sociedades avanzadas actuales cualquier hecho, “realidad” o “verdad” tiende a degradarse, ya sea a “espectáculo”, ya sea a “consumo”, ya sea –indistinguiblemente– a ambas cosas. Por eso, actualmente, tanto la ciudad como Internet caen bajo el signo del consumo y el espectáculo; incluso la cultura se vive necesariamente como hecho “espectacular” y proceso “consumístico”, con sus modos, sus mitos, sus efímeros panteones, los breves instantes de gloria –Warhol– que tan pronto otorga gratuitamente como olvida catalépticamente.
       Según la teoría del simulacro de Baudrillard, este es el destino y la condición de la actual sociedad simulacro. En ella domina una mera apariencia de verdad que, además, esconde que solamente es una apariencia y, así, desvía la atención de la única “realidad” o “verdad” posible, que es, precisamente, el propio simulacro. Baudrillard dice: “El simulacro no es el que oculta la verdad. Es la verdad la que oculta que no hay verdad. El simulacro es verdadero”. El simulacro –cuando se sabe que lo es– no engaña, es lo que es (en su epifanía, como se dice en religión). El engaño tiene lugar cuando se quiere hacer pasar un simulacro por verdad; más radicalmente: cuando se dice que hay verdad, y no simulacro.
       ¿Como llegó Jean Baudrillard a unas ideas tan radicales y nihilistas? Ciertamente, teorizando sobre el hecho de que las sociedades avanzadas parecen cada vez más abocadas a la experiencia del simulacro, a ser sociedades simulacro. Pero también extrayendo las consecuencias más extremas y nihilistas de la rica, subversiva y muy radical generación filosófica a la que perteneció. Todos nacieron hace unos ochenta años en los frívolos pero también umbríos años veinte y principios de los treinta, marcados por el crac de 1929 y en los que se “empollaba el huevo de la serpiente” del nazismo y del gulag estaliniano, que ya apuntaban trágicamente en la Guerra Civil Española.

Era una época bastante similar a la actual: la “camuflada” pero ya relativamente antigua y muy importante crisis social irrumpe espectacularmente en las conciencias a través del profundo crac económico y de acontecimientos planetarios como el atentado de las Torres Gemelas; a partir de aquí, un pánico generalizado parece dispuesto a sacrificarlo todo a cambio de “seguridad”, “recuperación económica”... o un simulacro creíble de ellas.

(continuara en una segunda entrega)