Impresionante. Es exactamente esto y no menos lo que Google Inc. nos ha mostrado ayer y hoy cuando se alzó una vez más como la gran máquina de crear aplicaciones web. Y más que eso. Google está metido en prácticamente cualquier tecnología relacionada con Internet, desde infraestructura de telecomunicación Kansas City, servidores DNS, hasta el otro extremo con Chrome y las Chromebooks. ¿Hasta dónde será capaz de llegar?

Por un lado, la empresa le ofrece a los desarrolladores un suculento manjar de API (interfaces para el desarrollo de software), la mayoría interesantes, modernas, atractivas para la creación de aplicaciones web. API para crear lo que sea (o casi), para el navegador, para el móvil, para la nube, para mi sitio web personal o el de la empresa transnacional. De esta forma, Google alimenta como pocos (o como nadie) el hambre de curiosidad y de negocios de todo un planeta inmerso en la web.

Como resultado de ese proceso tenemos otro manjar, uno que también es delicioso, rico en aplicaciones web en la nube y el escritorio, un banquete inmenso del que todos hemos probado y que hoy nos regala un nuevo ingrediente llamado Angry Birds servido desde Chrome Store. Todos queremos, necesitamos, amamos a Google, y lo mejor es que parece gratis.

Ciertamente, Google, la máquina, regula a la perfección ese ecosistema que alimenta otro de índole estrictamente económico basado en la publicidad, o dicho de forma más precisa, en la publicidad dirigida/diseñada para cada usuario. Y esto no es ningún secreto. Nuestra privacidad, nuestros datos y comportamientos, nuestro vida digital, son el precio a pagar --Luego habrá que preguntarse si es un trato justo.

Hoy, durante la segunda sesión de la Google I/O fueron presentadas las Chromebooks, un par de netbooks --Samsung y Acer-- caracterizadas por su rapidez, sencillez y disponibilidad. Un par de equipos "todo en uno" con el que Google ofrece a sus usuarios la respuesta definitiva a sus necesidades de cómputo: todo está en la nube, nada de actualizaciones, nada de virus, malware, nada de conflictos de hardware, ninguna intervención de los usuarios en tareas administrativas, muy poca de parte de los responsable de TI porque todo funciona y está listo para la web.

Las Chromebooks, creo, representan un paso más en la avanzada de Google para convertirse en alternativa única, de facto, indiscutible de cómo debe usarse la web, de cómo deben ser nuestro trabajo productivo y buena parte de nuestro ocio, de cómo ser y hacer en la web.

Veo preocupante, por ejemplo, el discurso "todo en uno" de las Chromebooks en la educación, nada más porque me recuerda a un sistema operativo que dominó tecnológicamente la década de los 90, que con una visión parcial, autoreferente de cómo debe ser la computación hizo crecer su negocio en la oficina, el hogar y, particularmente, en instituciones educativas. Aprender a usar Windows en la escuela llevó a necesitar usar Windows y demás hijos de Microsoft en el hogar. Aprender Chrome OS es necesitar el exquisitamente diseñado ecosistema de Google en todo, para todo, donde sea, siempre; también para aprender. Imaginen una o dos generaciones educadas así.

Sé que esas ideas pueden caer en lo extremo o conspiratorio. Las comparto porque en alguna parte intermedia debe caer (espero) la reflexión y la posible respuesta a la pregunta ¿hasta dónde llegará Google en nuestras vidas?

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