_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Vértigo

Manuel Vicent

Nuestro planeta navega por el espacio a 30 kilómetros por segundo; las galaxias se devoran unas a otras con una voracidad inexorable; los minerales instalados en nuestro cuerpo se crearon en una estrella a miles de años luz y llegaron a este planeta a causa de una formidable explosión cuando esa estrella se convirtió en una supernova; este perro mundo es un grano de polvo perdido en la Vía Láctea poblado de idiotas que dicen usted no sabe con quién está hablando; dentro de los neutrones y protones que componen el núcleo del átomo están los quartz y debajo de los quartz, tal vez, habita la nada, donde podría anidar el pájaro de la vida.

Este vértigo cósmico ya se ha instalado en la conciencia humana. Es también una forma de volar. A caballo de esta realidad ahora las redes sociales, Twitter, Facebook, los correos electrónicos, mediante impulsos digitales, obligan a la historia a devorarse cada mañana a sí misma, aunque haya mucha gente que no se ha bajado del pollino todavía. Todos los días la historia cambia de decorado como si la revolución mundial se estuviera realizando en la pista de un circo.

El problema consiste en que la humanidad está hoy neuróticamente sometida a una doble velocidad: mientras la Tierra gira a 30 kilómetros por segundo, en cualquier mezquita, sinagoga o iglesia hay líderes espirituales que imparten todavía doctrinas fosilizadas desde la Edad Media; mientras cualquier chaval superdotado, desde una habitación de Nueva Zelanda, puede meterse en el sistema financiero y desestabilizar la Bolsa de Nueva York con solo darle a una tecla del ordenador, hay héroes, los Punset mediáticos, que después de hablar de redes neuronales en televisión anuncian pan Bimbo; mientras el mercado de capitales impone cada día su irremediable codicia sobre los ideales de la política, hay patriotas con espíritu nacional o nacionalista que no ven más allá de su nariz un futuro como Dios manda. Todo lo que nos rodea, la política, la economía, el bien y el mal, la locura humana ya son planetarios. Ningún problema tiene solución si esta no es también planetaria. Ante este vértigo cósmico, ¿qué pintan dos políticos discutiendo cara a cara y prometiendo cosas si ignoran que la historia puede reventar bajo su pies mañana?

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_