La crisis ambiental, el nuevo enemigo

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Ricardo Lorenzetti, ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación
Ricardo Lorenzetti, ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación

En estos tiempos es frecuente encontrar enemigos. Esto permite que los amigos se unan para luchar.

Esta metodología, que es muy antigua, se ha usado para todo tipo de finalidades: fortalecer el nacionalismo, las guerras religiosas, ganar elecciones o un partido de fútbol.

Es el conflicto y no el acuerdo lo que se usa para lograr una fuerte identidad de los propios contra los distintos.

Sin embargo, los éxitos momentáneos de este método ocultan su seguro fracaso en el futuro cuando es aplicado a los asuntos humanos. La historia enseña que la acción de un grupo genera la reacción de los opositores y surge el escenario de la inestabilidad permanente.

Por eso, en los últimos años, se ha pensado en que este método, tan eficaz como peligroso en peleas de vecinos, merece mejores propósitos.

Es que han surgido enemigos nuevos, que afectan a todos y es lo que ocurre con el riesgo planetario.

El colapso ambiental no distinguirá entre partidos políticos, ni entre naciones, ni religiones, ni razas ni riquezas. El barco se puede hundir, con todos adentro, mientras discutimos con pasión ciega cuestiones irrelevantes.

La humanidad, sin distinciones, tiene un nuevo enemigo: la crisis ambiental, que nos destruirá a todos si seguimos por este camino.

La humanidad, sin distinciones, tiene un nuevo amigo, que es la naturaleza. La acción económica, política y social tiene que amigarse con el sistema ambiental, para poder seguir siendo sustentable.

Las Naciones Unidas se reunieron en 1972 y establecieron que el 5 de junio es el "día mundial del medio ambiente" justamente para crear conciencia sobre estos aspectos.

La relación de los humanos con el ambiente ha cambiado sustancialmente. Hace dos mil años había temor a las fuerzas incontrolables de las tormentas, de los ríos que desbordaban, de los animales poderosos. Desde hace doscientos años pensamos que todo eso es controlable, y avanzamos produciendo un impacto de tal magnitud que hemos modificado nuestro entorno.

Hemos cambiado el clima, la atmósfera, los mares, los ríos, los bosques, los glaciares, las especies de animales, de plantas, la diversidad cultural hasta pretender que los hemos dominado.

Por eso la relación ahora es distinta: la naturaleza aparece como un sujeto vulnerable, necesitado de protección. En la comunidad científica, se afirma que hemos llegado a las fronteras del desarrollo poniendo en riesgo el funcionamiento del ecosistema.

Por eso hay que escuchar el gemido del planeta y "amigarse" con él.

Ello implica un cambio profundo en la organización humana, de manera que el sistema económico, social y ambiental sean compatibles entre sí.

La economía necesita ser sustentable, lo que no significa sacrificar el desarrollo. Están surgiendo nuevos campos sumamente rentables en materia de energía, turismo, alimentos, o desechos del consumo que brindan riqueza y empleo.

La sociedad requiere armonizar los derechos individuales con el funcionamiento sistémico y el bien común, de manera que no destruyamos nuestro entorno. Por ejemplo, si todos los habitantes del mundo accedieran a la igualdad y tuvieran el mismo nivel de consumo actual de algunos países, necesitaríamos varios planetas para que eso fuera posible.

Estos cambios necesarios necesitan de una fuerza extraordinaria porque son difíciles y resistidos.

Por eso, es imprescindible unir a la humanidad para luchar contra un nuevo enemigo común.

Para muchos es invisible y por eso no reaccionan; para otros, es prioritario su desarrollo personal aún a costa del sacrificio de todos; también hay quienes son imprudentes e ignoran los riesgos y, finalmente, están los que toman decisiones económicas o políticas sin ningún cuidado.

Los nuevos enemigos son los que, por ceguera, irresponsabilidad, temeridad, están llevando al mundo a una crisis.

Es notable que los más jóvenes sean los que más conciencia tienen sobre esta idea. En todos los países se ve a una generación que reacciona contra el cambio climático, que piden medidas, que gritan, protestan, hacen huelgas escolares contra ese nuevo enemigo que es la falta de responsabilidad.

Debemos ayudarlos y ayudarnos.

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